24/12/08

balances

De repente todo se suspende… la frenética maratón que corremos todos los días nos da tregua… Nos invade una sensación retrospectiva, casi de auto justificación. Requerimos hilvanar las decisiones que nos han impulsado a través del ciclo que termina. Porque es vital para sentirnos perpetuos, saber que tenemos el poder de transformar, de dejar huella. Porque lo efímero de nuestros despertares encuentra consuelo en los logros de nuestros esfuerzos. Cada paso nos acerca más a la sensación de haber recorrido el camino y declarar que aquí estuvimos.

Con sorpresa, más de una vez alcanzamos a reconocer aquellas experiencias que aportaron un arsenal de buenos recuerdos. Nos erguimos orgullos de los pequeños Goliats que vencimos y no nos preocupamos por el desordenado montón de abrazos, y cariños que recogimos haciendo equilibrio en el borde de este nuevo círculo que imaginariamente cerramos.

A pesar del agotamiento, nos mentimos. Creemos que con la última hoja de ese cuaderno de tapas duras con nombre de prócer que mamarracheábamos en la escuela, se va el cansancio acumulado en sus 365 páginas. Que al abrir nuevas tapas de renovado blanco arrenglonado, recuperamos automáticamente lo que el calendario se va robando. Pero no es así.

Todo lo demás, va quedando… y si esto pareciera una cruel realidad que nos somete al irremediable trascurrir de los días, en realidad no es otra cosa que un viaje de descubrimiento. De aprendizaje. De entender las tristezas, pues nos enseñan más que las burbujas efímeras de las alegrías. De practicar el entendimiento, pues es la llave para comprender que las diferencias nos hacen similares en nuestras necesidades más básicas.

Entonces, este recomenzar inventado, no es otra cosa que la oportunidad de conocer qué somos capaces de aprender, qué somos capaces de cambiar, cuál es nuestra capacidad de trasformar y trascender.

Es este un nuevo año, una nueva oportunidad, muchas felicidades y gracias a todos por dejarme trascender en sus días.