22/5/08

Crónica de una vuelta anunciada

Desde que volví, he estado experimentando una rara enfermedad que aqueja a los viajeros provenientes del otro lado del ecuador, donde las estaciones han perdido vigencia, dando paso los caprichos de las nubes que se desarman en cataratas espasmódicas en períodos alternados durante el año, que nada tienen que ver con otoños secos, o veranos de cielo diáfano.
En fin, el extraño padecimiento es una colección de síntomas en apariencia inconexos, los cuales suelen manifestarse sin orden alguno y en intensidades inverosímiles. Los más comunes indicadores son: decaimiento general debido al duro destierro, apenas cuando se empezaba a asentar el sentido de orientación y pertenencia hubo que reorganizar el equipaje dejando muchas vivencias cotidianas fuera para emprender el regreso. Mareo y confusiones causados por un país de origen que no deja de moverse... Si apenas hace tres meses no dejábamos de exportar riquezas y de improvisto, no hay stock de alimentos, los precios se disparan, se incendian campos y el humo cubre hasta las esperanzas.
También se experimentan temblores y espasmos de abstinencia, debido a la repentina suspensión de la ingesta de bebidas alcohólicas, antes consumidas casi como infusión o aperitivo a toda hora, amenizando cualquier excusa. Exaltación y un opresivo exceso de energía ante el excedente de resistencia corporal generado por el descenso a alturas más comunes para la gran mayoría de los mortales. Delirios y paranoia persecutoria inversa, por la ausencia de gente que antes nos rodeaba todo el día y que hoy creemos ver a nuestro alrededor... Languidez de estómago por el retorno a comidas no tan condimentadas como unas simples pastas con manteca y queso rayado, y un dolor profundo en las "tripas" que reclama combustible para una acidez estomacal placentera a base de "patacones, arepa de choclo, y chocolate en agua panela". Un dolor de piernas por la falta de ejercicio que implica no recorrer 4 veces al día la distancia de ida y vuelta que separaba la casa, de las aulas de clase, no hay que olvidar que en cada salida, al menos una vez, se debía cruzar, o más bien escalar alguna pasarela para cruzar una avenida. Un repentino autismo emocional, evidente en la reiteración sistemática y absurda de las palabras "recuperación de plusvalías"... tratando de explicarle a padres, amigos y desconocidos lo importante de su aplicación; mientras estos escuchan con cara de "no hay nada que hacer... está desahuciado" y se contienen las ganas de acariciarnos la cabeza repitiéndonos "pobrecito..."
Una incontrolable sensación de ofuscación, que se hace inmediata ante la nueva catarata de mails a responder a todas partes del continente cada vez que nos sentamos en las rutinarias horas de trabajo. Una inusual sensibilidad a los otrora cotidianos virus que nos aquejaban y que ahora, de regreso, nos han sometido a erupciones, urticarias, toses y catarros, que antes ni siquiera nos preocupaban. Alucinaciones que nos atacan en plena calle, transportándonos a rincones de sencillos placeres, en un café en la Macarena, unos mates en un Parque cualquiera, una cerveza a la salida de clases, compartida con la nueva gente querida.
Es que a pesar de la fecha de vencimiento que venía en el fondo del envase de este viaje, nadie nunca pensó en sus efectos colaterales. Sabíamos que iba a ser así, pero no sabíamos nada. Pues no es sólo un viaje en el que apenas uno si llega retener las instantáneas de un lugar antes de emprender la vuelta. Allí lejos quedo un pedacito de vida. Allí quedaron todos los que conocimos y que hoy, de lejos, son personajes de una fábula que pareciera haber sido sólo un sueño.

2 comentarios:

Lendy Yadira Goyes dijo...

la nostalgia es multiple, al llegar a las calles conocidas y encontrar la realidad sin plusvalias, la bienvenida la hace el "achaque" mas o menos lo que describes como manifestaciones inverosimiles de virus, toses gripas y otras especies, la que a nosotros colombianos no nos toco en Bogotá nos ha acompañado al regreso.
saludos enrique lendy y tu amigo: juanito

Unknown dijo...

Don Leo, qué descripción!!!! no conocía esas virtudes de alma de poeta. Pues bien, lo felicito por la descripción y un saludo muy especial desde la amada y extrañada BOGOTA!!1