10/3/08

Mudanza, Feijoada y Ballenato, un sábado de excesos

Sábado, un buen día para cambios. Día de Mudanza.

Mudanza: Operación de ordenar estratégicamente aquellas cosas dispersas anárquicamente durante un período “X”, en un espacio variable, donde el tiempo empeñado en ello es infinitamente e inversamente proporcional, al tiempo en que permanecerán empacados hasta volver a ser dispersados en una nueva ubicación.

Sábado, un buen día para una buena comida. Día de Feijoada.

Feijoada: Comida típica de la Gastronomía del Brasil compuesta por distintos preparados que serán combinados a gusto del comensal, en razón del grado de saciedad y capacidad de digestión que cada uno posea. A saber se trata de: un espeso y negro petróleo de oleaginosas, carnes porcinas y embutidos con fuerte sabor a laurel. Una pasta harinosa amarillenta con triturado de huevos y más oleaginosas. Abundante porción de arroz blanco pastoso y aderezos como seudo-vinagretas, más o menos picantes, con agregados de oleaginosas. En síntesis, altas dosis de oleaginosas, con fuertes sabores y altas probabilidades de efectos digestivos no tan deseados.

Sábado, un buen día para divertirse. Día de recital de Ballenato.

Ballenato: Ritmo típico colombiano, de múltiple influencia de culturas, con espíritu de melodías festivas acompañado de letras de emoción no siempre alegre y matices de tragedia cotidiana; muy confundido con la salsa y la cumbia por desprevenidos extranjeros de oído desacostumbrado.

Cuando el plan incluye algo de esto, el éxito del sábado como día dedicado al ocio, está garantizado. Pero cuando decides combinarlo todo, el resultante puede definirse como demasiado.

Es así que devino nuestro día…
Temprano empacamos todo, revisando hasta las sombras para no dejar nada olvidado. Sin descanso planeado, a desempacar todo y volver a ordenarlo en el nuevo “gueto”, como cariñosamente lo hemos llamado.
15 minutos de reposo, respirar el nuevo aire para sentirse instalado, y partimos raudos a comprobar las virtudes del plato que los brasileros (casi todos) nos han preparado.
Larga espera fue el preludio del manjar que durante días había sido bien promocionado.
Con una fuerte lluvia, se fueron las expectativas de salir a desfilar en la apertura del festival Iberoamericana de Teatro.
Entrada la tarde, decidimos recuperar lo que el agua sin preguntar había limpiado, y salimos con la ilusión de descubrir algo de lo que había sido planeado, para que el día no quedara trunco y sin el merecido corolario de una jornada que ya había iniciado bastante movilizada.
De repente, en el centro de la ciudad, un indicio. Vallas y cerramientos, custodias de una masa de gente que de a poco iba siendo encarrilada por caminos como de ganado en matadero, hasta acceder a la plaza central, la de Bolívar, presidida esta vez por un escenario cubierto con ínfimas personas que se movían con un aleatorio orden.
Enseguida, con una inmediatez desopilante, nuestro arribo se vio premiado por el repentino comienzo del espectáculo.
Algunos acordes y percusiones que no tardaron en llenar los escasos vacios que la multitud había dejado sin cubrir. Luego, la voz que conocemos de este colombiano que nos hizo preguntar que era “La Gota Fría”, Carlos Vives en el escenario, con ballenatos y otros ritmos que nos eran desconocidos a los que llegamos de afuera, y no sólo a nosotros, los del curso de estudio, sino a un nutrido grupo de artistas provenientes de todos los países que han venido a mostrar su teatro en el festival iberoamericano.
Una larga tarde noche, que se iluminó finalmente por una explosión de luces de artificio que no terminó por largo rato.

Mudanza, Feijoada y Ballenatos, ¿No es demasiado para un solo sábado?


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