Se dice que después de ese día de 1948, Colombia, ya no fue lo mismo.
La fecha marca el magnicidio del candidato a Presidente y ex alcalde la ciudad de Bogotá.
En tiempos de burguesías dominantes, un caudillo sin respaldo de apellidos, hizo frente a varias injusticias de la época.
Representante de la “plebe urbana”, fue asesinado a pocas cuadras de donde hoy estoy.
El hecho fue la flama que encendió la mecha histórica, dicen, de numerosos hechos que se continúan hoy, y que son parte de lo cotidiano de esta Colombia.
Tal revuelta provocó este acontecimiento, que las cicatrices están a la vista, y tanto más de lo que se puede imaginar.
La revuelta social, movilizó a la población de los rincones más lejanos de la ciudad, y repercutió en ella de tal forma que la Bogotá que hoy se puede ver, es la herencia directa esa fecha.
Es que la violencia desatada en mano de los mismos ciudadanos que veían como se destruían el centro mismo de su lucha, asesinando de cuatro balazos a su “jefe”, como lo llamaban, arrasó con decenas de edificios del área central de la ciudad, instituciones que representaban los espacios más recalcitrantemente conservadores de la sociedad, y del poder político gobernante.
Sobre las ruinas de esos edificios, se reconstruyeron las primeras pautas de la modernidad de la capital, más no fue la reconstrucción de esta sociedad, sino la piedra de toque, que explica algunos rasgos de su convulsionado espectro social.
La fecha marca el magnicidio del candidato a Presidente y ex alcalde la ciudad de Bogotá.
En tiempos de burguesías dominantes, un caudillo sin respaldo de apellidos, hizo frente a varias injusticias de la época.
Representante de la “plebe urbana”, fue asesinado a pocas cuadras de donde hoy estoy.
El hecho fue la flama que encendió la mecha histórica, dicen, de numerosos hechos que se continúan hoy, y que son parte de lo cotidiano de esta Colombia.
Tal revuelta provocó este acontecimiento, que las cicatrices están a la vista, y tanto más de lo que se puede imaginar.
La revuelta social, movilizó a la población de los rincones más lejanos de la ciudad, y repercutió en ella de tal forma que la Bogotá que hoy se puede ver, es la herencia directa esa fecha.
Es que la violencia desatada en mano de los mismos ciudadanos que veían como se destruían el centro mismo de su lucha, asesinando de cuatro balazos a su “jefe”, como lo llamaban, arrasó con decenas de edificios del área central de la ciudad, instituciones que representaban los espacios más recalcitrantemente conservadores de la sociedad, y del poder político gobernante.
Sobre las ruinas de esos edificios, se reconstruyeron las primeras pautas de la modernidad de la capital, más no fue la reconstrucción de esta sociedad, sino la piedra de toque, que explica algunos rasgos de su convulsionado espectro social.
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